¿Has escuchado alguna vez a alguien decir que no le gusta la luz LED o fluorescente porque «se ve muy blanca»? De cierta manera, tiene razón.
En el mercado existen lámparas de tecnología LED cuya luz tiende a estar cargada de tonos azules, lo que provoca esa sensación de blancura, pero es posible encontrarlas también en tonos más amarillos y rojizos, es decir, con diferentes temperaturas de color.
La luz del Sol va cambiando sus tonalidades a lo largo del día. Al amanecer y al atardecer su luz se percibe con una tendencia hacia colores cálidos y en el periodo intermedio va cambiando gradualmente hacia tonalidades azules. Por esto, en los empaques de lámparas se encuentran muchas referencias a este fenómeno y algunas marcas denominan las temperaturas de color como «luz cálida» o «luz fría».
Se suele relacionar al fenómeno de la luz cálida o fría con la temperatura de color, sin embargo, la manera correcta de hablar de las distintas tonalidades que tiene la luz blanca es a través de los Kelvin.
La relación es muy sencilla, cuando se habla de una temperatura de color baja, digamos unos 2700K, se refiere a la luz cálida, como la luz blanca que podemos ver durante el amanecer o el atardecer. Por otra parte, cuando hablamos de una temperatura de color alta, alrededor de 6500K, nos referimos a la luz fría, tal como la luz natural que vemos cuando el sol se acerca al zenit.
¿Cómo se construye la escala de temperaturas de color?
Hablando un poco de física, un cuerpo negro a temperatura ambiente (unos 300 K) emite radiación de longitud de onda larga, es decir, en infrarrojos. Conforme aumenta su temperatura, emitirá radiación en una longitud cada vez más corta. En cierto momento, empezará a emitir en radiación visible en color rojo muy oscuro y, si sigue aumentando la temperatura, lo hará con longitudes cada vez más cortas. Así, irá sumando los colores del espectro en orden: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y violeta. Hacia una temperatura de 6000 K (aproximadamente la temperatura superficial del sol), emitirá ondas en todo el espectro visible, consiguiendo luz blanca y, a partir de ese momento, irá sumando radiación ultravioleta.
La luz siempre es blanca, no es azul, ni roja o amarilla y por eso se aplica la temperatura de color, porque está compuesta por todos los colores.
También es importante mencionar que, aunque la temperatura de color se mide en Kelvins, no existe ninguna relación directa entre la temperatura de color y el calor (carga térmica) producido por una fuente de luz. Existen lámparas de 6500K (luz fría) que desprenden la misma cantidad de calor que una lámpara de 2700K (luz cálida).
Finalmente, la temperatura de color de una fuente de luz se define comparando su color dentro del espectro luminoso con el de la luz que emitirá un cuerpo negro calentado a una temperatura determinada. Por este motivo esta temperatura de color se expresa en Kelvin.