De nuevo me encuentro en el bosque vikingo, latitud 59.0833° N, 17.5667° E. Frente a mí existe una estructura que no puedo definir bien qué es o cómo es. Lo único que puedo ver a mi alrededor es verde, vida verde, y arriba, un azul que mata. Me acerco al espacio y entro, el azul desaparece.
La chica que está encargada del sitio me dice que me quite los zapatos y que espere unos minutos. Espero. Pausa. Silencio. Me dice que ya puedo acceder y señala una entrada completamente negra. Camino hacia el vacío y me integro a un pasillo, mis manos se convierten en mis ojos, siento la pared de alfombra en la punta de mis dedos, siento como se mueve en mi piel con cada paso que doy, el movimiento de mis pasos está en armonía con la alfombra entre mis dedos. Continúo con esta danza hasta el punto en el que mis ojos empiezan a ver y me olvido completamente de la alfombra. Frente a mis ojos, un portal rectangular de color rosa neón, un rosa sutil y elegante que te invita a perderte.
Parece un espacio sin fin, que sabes dónde y cómo empieza, pero el final es un misterio.
Me acerco lentamente a la entrada infinita, camino en una dirección mientras me acerco al rosa eterno, mis pies perciben unas escaleras y mi intuición las sigue. Al bajar las escaleras pierdo la noción del tiempo y del espacio. Estoy dentro del no-espacio, no existen los objetos, no existe alguna posición o dirección, la única referencia que tengo son mis pies en la superficie horizontal.
Mientras me sumerjo al no-espacio los colores cambian sutilmente, de rosa a blanco, de blanco a azul, de azul a rojo. Cambios armónicos, como una sinfonía cautelosamente dirigida, las variaciones de tonalidades son tan elegantes que difícilmente las percibo.
Las escaleras llegaron a su fin, ahora se que me encuentro en una superficie plana y que puedo caminar en diferentes direcciones. El no-espacio es adimensional, sin esquinas, sin limites visibles; con neblina, neblina de un espacio con mucha nieve, un lugar luminoso, pero frío. Y así, me perdí en la nada, en el vacío creado por el gran James Turrell.
Esta maravillosa instalación llamada Amrta, A Ganzfeld Piece (2011) fue inspirada en el experimento Ganzfeld — término alemán para nombrar un campo homogeneizado—, el cual consiste en estudiar percepciones extrasensoriales, emprendido por parapsicólogos en los años 30 del siglo pasado en Alemania.