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Ella es azul

Luz azul

Es un hecho que la tecnología de iluminación en estado sólido llegó a revolucionar al mundo. Hoy sabemos que gracias al LED se han reducido los costos y gastos energéticos. La popularización de esta tecnología ha hecho que sea cada vez más accesible, el número de aplicaciones y formas de uso de los diodos emisores de luz se ha multiplicado al infinito y, con ello, nuestro tiempo de exposición a la luz azul.

También es cierto que todo nuevo descubrimiento tiene un ciclo de vida en el que el boom de la novedad lo lleva a la masificación, para después analizar los posibles efectos nocivos y, en consecuencia, replantear la forma en que es utilizada esa tecnología y mejorarla.

La iluminación LED ha atravesado por estas fases en un lapso corto de tiempo. A pocos años de su nacimiento, sabemos que es un hecho que la exposición prolongada a la luz azul puede afectar nuestra salud. Con la misma rapidez, la industria ha desarrollado distintas soluciones para contrarrestar los daños. Sin embargo, ni la información ni las soluciones están al alcance de todos y los efectos secundarios de la iluminación artificial son cada vez más comunes.  

Entonces, ¿qué hay de malo en la luz azul?, ¿por qué nos es dañina si incluso el sol la emite?

En efecto, la luz azul está presente en la radiación emitida por el Sol y es parte de espectro electromagnético visible por el ojo humano. Aunque pareciera que la luz del sol es totalmente blanca, va en una gama de cálida a fría con un 25% de luz azul. Pero, como bien sabemos, el ciclo de la luz solar tiene un horario diurno, con variaciones de temperatura de color a las que nuestra composición fisiológica responde naturalmente.

 

Los dispositivos electrónicos que nos rodean también emiten luz azul.

 

Por otro lado, las pantallas de dispositivos electrónicos, computadoras, smartphones y algunas aplicaciones de iluminación interior y exterior también emiten luz azul. En teoría la cantidad de luz de estas pantallas sólo representa una pequeña fracción de la radiación azul que emite el sol. Pero, los problemas de salud se presentan cuando la exposición a estas ondas electromagnéticas es repetitiva, prolongada y muy cercana.

¡Mucho ojo!

La composición de nuestros ojos está hecha para protegerse de la luz azul. Los fotorreceptores que perciben esta longitud de onda solo representan entre el 3% del total. Además, la tonalidad amarillenta de la mácula ayuda a que la cantidad de luz que llega a la retina sea mínima.

Sin embargo, esta protección natural puede no ser suficiente cuando nos sometemos a un flujo continuo de luz azul. Así se propician problemas de fatiga y estrés visual, alteración en los ritmos circadianos que derivan en estrés, ansiedad, insomnio, sobrepeso y diabetes, entre otros.

Recordemos que, si seguimos el ritmo natural de la luz del sol, nuestro organismo también puede responder de manera positiva ante las ondas azules. Entre los beneficios podemos aumentar la concentración, mejorar la memoria, el ritmo cardiaco y la temperatura corporal. Es decir, exponernos a este tipo de ondas puede resultar beneficioso si lo hacemos en los horarios y cantidades adecuadas.

El reciente surgimiento de la Human Centric Lighting retoma estos principios tratando de imitar el ciclo de la luz solar en la iluminación artificial, beneficiando los ritmos naturales de nuestro cuerpo. Sin embargo, si no consideramos que también debemos cambiar los hábitos y tiempos que pasamos frente a las pantallas electrónicas, seguiremos presentando síntomas y alteraciones ocasionadas por la exposición prolongada a la luz azul.

 

Exposición prolongada a dispositivos electrónicos que emiten luz azul.

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