Tesla fue un gran visionario y aún hay mucho que aprenderle, pero sobre todo hay que agradecerle lo que nos enseñó sobre la tecnología disruptiva.

A los 3 años Nikola Tesla descubrió la electricidad. Una tarde nevada, observó que la gente que caminaba sobre la nieve dejaba un rastro luminoso y lo mismo sucedió cuando acarició el lomo de su gato: se produjo una cortina de luz, una lluvia de chispas ruidosas que lo emocionaron y ahí entendió lo que quería hacer.

El lunes 20 de julio de 1931, se publicó el volumen número XVIII de la revista TIME y en portada aparece Nikola Tesla, quien fue nombrado el personaje del año. En la entrevista que le hacen para conmemorar su natalicio número 75, un grupo de reporteros lo cazan afuera de su cuarto de hotel y, por un día, su fama de larga data vuelve a encenderse.

Portada de la revista TIME, 20 de julio de 1931.
Fuente: TIME.

Los entrevistadores deseaban conocerlo de la manera en que solía ser visto en su laboratorio de Colorado, dando vueltas o como un callado Mefistófeles sentado entre resplandecientes cascadas estruendosas de chispas de 30 pies de largo, corrientes de Tesla que se alternaban a una frecuencia tan prodigiosa que no dañarían ni a un gatito, pero en su lugar lo encontraron en reclusión en el piso 20 del Hotel Governor Clinton de Manhattan.

Pálido, pero saludable; delgado, pero fuerte y, eso sí, alerta como siempre, Tesla recibió a sus interlocutores en silencio. Su cabello era color gris pizarra, las cejas sobresalientes aún eran negras, sus ojos seguían encantadores y azules y la estridencia de su voz indicaba su tensión intelectual. Vestía un traje de negocios de los Estados Unidos, una camisa de cuello blanco y una corbata común.

Esta entrevista no fue una repetición de los mismos temas que trató en años anteriores: confesar que durante 40 años había estado razonando, calculando y argumentando que la tierra tiene una resonancia eléctrica definida, su propuesta de eliminar los cables de transmisión, generadores, minas de carbón, la bobina de inducción, la comunicación inalámbrica seis años antes que Marconi. En esta ocasión Tesla habló de algo más.

Ilustración de Paul Frank para Science and Invention, 1922. Fuente: PBS.

“Estoy trabajando ahora en dos cosas, primero, una explicación basada en las matemáticas puras de ciertas cosas que el profesor Einstein también intentó explicar. Mis conclusiones en ciertos aspectos difieren y hasta ese punto tienden a refutar la teoría de Einstein… Mis explicaciones de lo natural y los fenómenos no están tan involucrados como el suyo, son más simples y, cuando esté listo para anunciarlo, se verá que comprobé mis conclusiones…

En segundo lugar, estoy trabajando para desarrollar una nueva fuente de poder; cuando digo una nueva fuente, quiero decir una fuente a la que ningún científico anterior haya recurrido. Según mi leal saber y entender, cuando la idea estalló sobre mí fue un shock tremendo, esta fuente arrojará luz sobre muchos fenómenos desconcertantes del cosmos y también demostrará ser de gran interés industrial. Solo puedo decir en este momento que vendrá de una fuente completamente nueva e insospechada y será para todos…

Al principio, el costo puede ser demasiado alto, pero este obstáculo finalmente será superado. La instalación será, por así decirlo, indestructible y continuará funcionando durante cualquier período de tiempo sin gastos adicionales y no tiene nada que ver con la liberación de la llamada energía atómica, no hay tal energía, todo es a través de la corriente, usando presiones de hasta 15,000,000 de voltios, la más alta de la historia. Mis asistentes me instaron a realizar el experimento y lo hice. Rompí átomos una y otra vez. No se liberó energía apreciable, todo funciona a través de la corriente eléctrica.”

En este extracto de la entrevista, Tesla hablaba del que en ese momento era su último gran experimento, el cual culminaría siendo otro reportaje de la revista TIME en 1934. El rayo de la muerte, proyecto que consideró el más grande en escala y en poder, sugería que una vez construído sería posible destruir cualquier cosa, hombre o máquina que se aproximara a un radio de trescientos kilómetros. Además, este invento proporcionaría, por decirlo de una manera, un muro de energía que supondría un obstáculo insuperable contra cualquier agresión real.

Tesla prometió que este nuevo invento acabaría con la guerra, porque este haz de la muerte rodearía cada país, tal como una muralla china invisible, pero un millón de veces más impenetrable; haría que toda nación fuera inexpugnable contra ataques con aviones o por grandes ejércitos invasores.

Este invento adquiere otro tinte, al ser el único que posteriormente pudo ser utilizado en el imaginario de películas, libros y cuentos; como rayo láser, como sable láser, como cañón láser o como cualquier otro artefacto que pudiera lanzar un rayo y terminara con la existencia de algún ser vivo o lo que se pusiera en su camino. Tesla estuvo en pláticas con el gobierno estadounidense y el gobierno ruso para poner en práctica dicha arma y requería más años de investigación para poderlo hacer realidad.

Años después, con poca energía física, pero con mente aún audaz y más cercano a su fecha de muerte, Tesla escribió a J.P. Morgan: “Mis enemigos han tenido éxito en mostrarme como un poeta y un visionario.”

A Tesla aún hay mucho que aprenderle, pero sobre todo hay que agradecerle lo que nos enseñó sobre la tecnología disruptiva, Tesla nos recuerda que, como los poetas, los tecnólogos necesitan pensar mucho y soñar con osadía y solo haciendo ambas cosas, seremos capaces de usar la tecnología para crear un poco de “cielo” aquí en la tierra.