En la segunda edición de Maison Diez Company, Rodrigo Fernández junto a su talentoso equipo, han logrado crear una revolución en el medio de la iluminación.
Siempre he dicho que el éxito no es una casualidad, y lo sostengo. El éxito es el resultado del gran esfuerzo y trabajo de un equipo multidisciplinario de personas que trabajan de la mano y bajo la dirección de un líder. Este es el caso de la segunda edición del pop-up showroom Maison Diez Company que se lleva a cabo en la Ciudad de México, en donde Rodrigo Fernández, junto a su talentoso equipo han logrado crear una revolución en el medio de la iluminación. Cuando algunos conocedores desacreditaban que la iluminación decorativa pudiera llenar espacios solo con luz, el equipo Diez Company colmó las expectativas de propios y extraños, consiguiendo que todo el medio disfrutara de la majestuosidad del espacio perfectamente intervenido.
El edificio modernista de mitad de los años 50 que viste la esquina de Havre y Marsella en la colonia Juárez, al que la luz convirtió en un placemaking dividido en zonas que te llevan a tener experiencias inmersivas disímiles cada vez que lo visitas. Un espacio perfectamente terciado por colores, escalas, texturas que te invitan a entrar con los sentidos abiertos en cada uno de los niveles, hasta regresar a la planta de acceso donde se entrega el espacio más inédito y efímero del evento.
El orden del recorrido es decisión de cada visitante y, aunque en cada nivel hay habitaciones invadidas de increíbles luminarios decorativos instalados en techos, muros y pisos con sombras, efectos lumínicos y haces de luz diversos, definitivamente el color, la arquitectura florar y el aroma ambiental diseñados especialmente para estos espacios juegan otro papel importante de la experiencia inmersiva.
«Vidrio, polietileno, aluminio, piel, cálidos, fríos, neutros, cursis, bonitos, discursivos, perfectos, mágicos, impactantes, atenuables», y un sinfín de frases han sido escuchadas toda la semana haciendo clara referencia a los luminarios y sensaciones que genera la luz de cada uno.
El último lugar del recorrido, mejor conocido como La Madriguera, no es más que la culminación de la experiencia sensorial a la que nos invita Diez Company. Un espacio con una escala majestuosa, profunda, divertida, llena de luces, música, sonrisas y los despojos verbales que alababan la experiencia completa a la que de Maison Diez Company nos invita por segunda ocasión a vivir.