Lámpara Vintage

Directo en el cora: El efecto desilusionador de las lámparas vintage

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César Sánchez de Candela Estudio nos cuenta por qué, pese a su popularidad, las lámparas vintage no son tan buena idea dentro de un proyecto de iluminación.

Casi dos décadas han pasado desde que las primeras lámparas de LED se comercializaron como sustituto de la incandescencia en aplicaciones que requerían luz de colores. Desde entonces, los avances en eficiencia, mejora en reproducción cromática y modificación del espectro, no se han detenido.

La innovación ha sido fundamental para crear lámparas y luminarios que aprovechan las virtudes que el LED tiene sobre otras tecnologías de luz eléctrica. Aplicaciones como la horticultura, que utiliza el espectro de luz violeta para acelerar el crecimiento de hortalizas; o la iluminación comercial, que puede jugar con los Mac Adam para reproducir un tono de blanco determinado sin comprometer la reproducción cromática, son un par de ejemplos de que usar la innovación para mejorar la manera en que vemos y usamos la luz, es un paso más en la evolución.

Sin embargo, hay un caso que me llama la atención: las llamadas lámparas vintage. Basta ver cualquier catálogo de lámparas LED y veremos que hasta una tercera parte puede estar ocupada por este tipo de dispositivos que representan un montón de cosas, pero no innovación.

Las lámparas LED de filamento o vintage son aquellas que por medio de un LED COB intentan emular las antiguas lámparas de filamento incandescente.

Por su parte, las lámparas incandescentes eran un tipo de bombillo que hace más de un siglo servía para absolutamente todo, pero con la llegada de la fluorescencia fueron relegadas a aplicaciones más bien decorativas, hasta quedar prácticamente en el olvido.

 

Normas de eficiencia energética como la NOM-028, que buscan sacar del mercado lámparas con tecnologías poco eficientes —que ofrezcan muy pocos lúmenes por watt—, han sido el detonador para el diseño de las lámparas en cuestión, las cuales buscan ofrecer un sustituto a la versión incandescente, pero que técnicamente nos quedan mucho a deber.

Comencemos con el color: en la búsqueda de ofrecer una luz cálida que evoque el calor de la incandescencia, los filamentos LED ofrecen colores más bien anaranjados que pintan el ambiente de un tono caricaturesco y que, más que calidez, nos provoca un poco de desagrado. Por la parte de la distribución, si quisiéramos reemplazar una lámpara incandescente dentro de una pantalla decorativa, el resultado sería completamente desilusionador. La distribución luminosa sería abismalmente diferente pues, aunque intenta emular la emisión omnidireccional, las capacidades del LED no van por ahí y, más que uniformidad, veremos una serie de sombras muy marcadas en diferentes direcciones.

De la atenuación ya ni hablemos. Si quisiéramos tener una suave linterna que solo nos acompañe como luz de cortesía o en espacios de mayor intimidad, ¡olvídenlo! La manera en que el COB emite la luz y la capacidad de atenuar a un mínimo de 20% —en el mejor de los casos— nos hará olvidarnos de ese luminario y buscar una alternativa más para esas situaciones.

A pesar de todas estas particularidades, las lámparas vintage están en todos lados: restaurantes, hoteles, tiendas y hogares, pareciera que estamos a merced de lo que nos quieren vender y no de lo que nos gusta usar. ¿Qué hacer al respecto?, ¿usar lo que tenemos o pedir que nos devuelvan lo que nos gusta? No sé ustedes, pero me niego a quedarme solo con lo que hay.

Sobre el autor /

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