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Con el horario de verano ¿amanece más temprano?

Existe una discusión acerca de las consecuencias del horario de verano, cómo afecta la vida de las personas y si realmente es fundamental para el ahorro de energía.

Nuestra vida sucede en ciclos, desde que nacemos estamos sometidos a ciertas rutinas que rigen la manera en cómo intentamos entender y poner orden a nuestro día, una de las más importantes es el ciclo circadiano esto debido a que el sol cambia la temperatura de color de la luz que emite a lo largo del día, lo cual hace que nuestro cerebro segregue diferentes sustancias que nos ayudan a lograr distintas tareas a lo largo de nuestra jornada y nos ayuda incluso a conciliar el sueño de una manera eficaz y profunda.  

El horario de verano  es una práctica implantada en nuestro país desde 1996 cuyo objetivo  es modificar la hora de encendido general de la iluminación en los intervalos en los que se muestra una variación en el consumo de energía. Estas diferencias son mayores en las mañanas desde las 5:00 hasta las 8:00 horas, y en la tarde-noche de las 17:00 a las 24:00 horas.

 

Al desplazarse la demanda debido a este cambio de horario, se deja de consumir energía eléctrica, disminuyendo la quema de combustibles.

 

Desde que se implementó el horario de verano, hay ciertas discrepancias que cuestionan el verdadero sentido de imponer dicha práctica en todo un país, exceptuando los estados de Sonora y Quintana Roo. Según cifras del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), la aplicación de este modelo ahorró un consumo de energía de 975.28 gigawatts hora (GWh) y se evitó una demanda de 494.2 GWh durante 2016 que equivalen al consumo de más de medio millón de casas habitación durante todo un año. En términos económicos esto significa un ahorro de 1,542 millones de pesos.

Por otro lado, hay que considerar que el beneficio de esta medida no se vé reflejado directamente en nuestros bolsillos, nuestras cuentas de consumo de energía eléctrica no bajan significativamente y definitivamente nos afecta en más de un sentido, sin embargo el director técnico del Instituto de Asistencia en Investigaciones Ecológicas (INAINE) León Pablo Hurtado Nava opina que sí puede generar menos energía en las plantas de generación y que el beneficio se ve reflejado a largo plazo si se toman medidas para el ahorro del consumo de energía eléctrica tales como encender las luces más tarde si se tiene un buen flujo de luz solar, por ejemplo.

Hasta ahora el horario de verano se nos presenta como un beneficio para todos y cuyas consecuencias  se ven reflejadas como una aura de beatitud sobre toda la población mexicana, pero ¿qué hay detrás de todo esto? Existen factores económicos que llevaron a la presidencia del país a modificar la vida de todo el territorio; siendo el objetivo mejorar nuestra competitividad al sincronizar la actividad comercial en México con la mayoría de los países con los que tenemos un intercambio significativo, siendo el principal de ellos Estados Unidos. Otro de los beneficios con los que se contaba al adoptar el horario de verano era que los comercios podrían disfrutar más tiempo de apertura porque hay más sol, por lo tanto, más tiempo para comprar.

Sin embargo, basados en la experiencia de más de dos décadas, el horario de verano parece tener varios tropiezos, sobre todo en el terreno de la salud, al comprometer nuestros ciclos orgánicos y algo tan importante como nuestro descanso.

Las consecuencias pueden parecer obvias en primera instancia, pero como todo lo que es orgánico, se trata de una compleja cadena de reacciones y cada fase deriva de las anteriores.

El aumento en los casos de insomnio provoca que la mayoría de las personas experimenten irritabilidad a lo largo del día sin contar con que la eficacia en la segregación de melatonina en nuestro cerebro se ve mermada debido al ajuste, lo cual nos impide conciliar un sueño profundo y reparador, esto trae consecuencias en el sistema nervioso central: fatiga, falta de concentración, cambios en el estado de ánimo, depresión, trastornos digestivos debido a una alta segregación de jugos gástricos y como consecuencia un aumento de molestias psicosomáticas.

También se han estudiado distintos hechos que parecen tener una conexión con esta medida, durante el horario de verano se registran más accidentes automovilísticos y más casos de infartos, en los lugares de trabajo se tiende a procrastinar más debido a la falta de concentración, sin contar las ausencias, debido a gripes y trastornos alimenticios.

Otra teoría apunta que los países que estamos más cerca del Ecuador no mueven tanto su posición en ninguna de las estaciones debido a la rotación terrestre haciendo innecesario el horario de verano, entonces podríamos seguir con nuestra vida sin tener esta alteración a la que solo el 40% de la población mundial se ajusta, países como Rusia o China no cambian su horario y gran parte del continente africano nunca ha echado mano de este recurso.

En este punto surge otra razón que parece tener un trasfondo económico: el uso del horario de verano se extendió al mismo tiempo que el país del norte se impuso como una potencia mundial durante la crisis del petróleo en 1970. Después de probar que esa nación sí tenía un ahorro significativo al cambiar su horario durante la primera guerra mundial, ya que tenía mayor eficacia en el combustible usado para sus máquinas durante este periodo.

La humanidad se ha construido con base en ritos y esos ritos comenzaron a marcarse al ritmo de nuestra propia naturaleza, al reconocer nuestros propios procedimientos internos y su interacción con nuestro contexto.

Desde el principio de la civilización los humanos hemos sido la medida de todas las cosas y construimos herramientas y procedimientos como una extensión de nuestra paso en el planeta, pero ¿hasta qué punto nos rebasa el poder económico para implementar medidas que atentan contra nuestros propios ciclos orgánicos? El horario de verano en nuestro país parece tener consecuencias producidas por un intento de encajar en la economía hegemónica que resulta difícil traducir en un beneficio directo a la población.

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