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Efecto Purkinje

Efecto Purkinje

¿Haz notado cómo los objetos parecen perder brillo y definición con la ausencia de luz? El efecto Purkinje es una función fisiológica de nuestro sistema visual que maneja el paso de la luz a la oscuridad.

La luz afecta directamente nuestra forma de ver el color y en su ausencia nuestros ojos deben hacer un complejo proceso químico y fisiológico para adaptarse a la oscuridad. A este proceso se le conoce como efecto Purkinje, descubierto por Jan Evangelista Purkyně, un científico que al dar largos paseos en las madrugadas, se preguntaba por qué los colores parecen cambiar de tonalidad dependiendo el nivel de luz en el ambiente. Así comenzó a estudiar, entre otras muchas cosas, la diferencia de los colores bajo distintos niveles de luz y el mecanismo que hace que en la oscuridad nuestros ojos perciban más brillantes los tonos azules y verdes.

A medida que la luminosidad se pierde, la retina del ojo humano pierde sensibilidad para las longitudes de onda más largas, correspondientes a los colores amarillo, naranja y rojo. A la par, gana sensibilidad para las longitudes cortas que corresponden a los colores verde, azul y violeta, de tal modo que si observamos en la penumbra cualquier superficie coloreada, a medida que se pierde luz pasaremos de apreciar los colores rojos como menos brillantes y los azules con gran brillo.

La razón fisiológica se encuentra en los dos tipos de receptores que tiene nuestra retina: los conos, que son más sensibles a la luz amarilla y los bastones, que son sensibles a la luz en general y, por lo tanto, son los que más trabajan en condiciones de poca luz. Los bastones, pese a no distinguir colores, responden mejor ante los tonos azules y verdes.

Por otro lado, existen dos tipos de equilibrio y de luminosidad ideal para el ojo humano. La visión fotópica es la que se da con gran luminosidad, en donde los conos alcanzan su mayor respuesta consiguiendo que el ojo tenga una interpretación de los colores mucho más fiel. El segundo punto de equilibrio corresponde a la visión escotópica, cuando los conos disminuyen su funcionamiento y los bastones se convierten en los principales receptores, provocando que se aprecien mejor los tonos con longitudes de onda cortas.

Esta peculiaridad en el funcionamiento del ojo humano es también la responsable de que nuestra vista durante el amanecer y el atardecer sea más imprecisa que en el día o la noche, ya que nuestros ojos no consiguen adaptarse ni a la visión fotópica, ni a la visión escotópica.

La insensibilidad de los bastones a la luz de longitud de onda larga, nos ha llevado a usar luces rojas bajo circunstancias especiales, por ejemplo, en las salas de control de los submarinos, en los laboratorios de investigación, en los aviones o durante la astronomía a simple vista. 

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