¿El color es algo físico o es creado en nuestras mentes?
En 1665, Isaac Newton, huyendo de las plagas inglesas, se cuestionaba el origen de los colores, de dónde venían, la esencia del sol y de la luz. Se preguntaba: «Cuando yo veo el color verde, ¿existe solo en mi mente o es algo físico?».
Al analizar estos enigmas, Newton decidió hacer un experimento. Cubrió las ventanas de una habitación para que quedara completamente obscura, perforó un pequeño orificio en una de las telas y colocó un prisma de vidrio a unos metros de distancia de la ventana.
Esperó y esperó, hasta que de pronto, cuando se encontraba en el ángulo correcto, el rayo de sol pegó justo en el orificio y atravesó el prisma. Newton observó un arcoíris proyectado en el espacio y se preguntó: «¿Los colores están dentro de la luz o dentro del prisma?».
En la época de Sir Isaac Newton (1643 – 1727) se creía que el prisma contenía los colores y que manchaba la luz. Así, llevó a cabo otro experimento en el cual situó un segundo prisma en la parte azul del arcoíris proyectado y se percató de que nada sucedía. El color azul seguía siendo azul y llevaba la misma trayectoria.
Newton concluyó que la luz blanca es una versión coloreada del sol: los colores son la luz y la luz es el color.
Ahora, la cuestión es si los colores son una realidad objetiva o si son trucos de nuestra imaginación. Yo no veo el mismo verde que mi hermana, ni yo veo el mismo rojo que un perro, ni el mismo azul que el escritor griego Homero (850 a. C.). El color es un reflejo de luz sobre una superficie, la luz entra a nuestra retina y luego nuestro cerebro procesa e interpreta esa frecuencia de onda en color. Es decir, los colores dependen de la perspectiva, interpretación y época del observador.
La existencia de ciertos colores depende de la época en la que nacimos, por ejemplo, en la Iliada y la Odisea de Homero, el mar es color vino obscuro y el vino color sangre, la miel color verde y las ovejas violeta o rojo púrpura.
Gladstone —político inglés del siglo XIX, fanático de Homero— se percató que en ninguna de las obras del escritor helénico se menciona el color azul. Posteriormente, lingüistas de todo el mundo continuaron investigando este enigma y se percataron que en ninguna de las culturas de la época antigua existe registro alguno del color azul. ¿Acaso Homero y todos los escritores antiguos eran daltónicos y por eso estas descripciones tan bizarras? La respuesta a este misterio es que en la antigua Grecia no existía el concepto ni la palabra azul, porque no tenían algún objeto tangible azul existente para poder relacionarlo y crear el concepto.
El color azul en la naturaleza es un color extraño, no hay alimento azul, existen pocos animales azules, pocas piedras azules. El cielo por veces es azul, pues es cíclico; el cielo es un reflejo de la luz en el aire. El mar de igual forma es cinético, el color que vemos depende de la intensidad del sol, la profundidad, el color de la arena. Las mariposas azules no son azules todo el tiempo, al estar en la sombra sus alas son grises, el azul que nosotros vemos es un reflejo variable.
Cuando hay algo presente en el Universo, que todavía no es conocido por nuestro cerebro, en realidad no existe porque no tenemos nada con que relacionarlo. Aunque esté ahí presente día con día, como un cielo azulado de verano que ante los ojos del escritor helénico, era blanco.
La luz determina nuestra concepción del mundo, lo que vemos, lo que no vemos, la materialidad, pero esta realidad es cíclica como el Universo, como la luna, como el sol.
Ahora el ciclo está cambiando, es momento que las historias sean contadas por mujeres, que se rompa la brecha de género, que las niñas vean mujeres dentro del mundo de la ciencia y esa sea su realidad. Así como el azul, que alguna vez fue inexistente, ahora existe y es. Un matiz fuerte y profundo que no desaparecerá.