Desde niños, tal vez, aprendimos que hay que dejar enfriar una lámpara incandescente antes de tomarla para desenroscarla y poder cambiarla. Quizá lo que no sabemos es que solamente un 10% de la energía eléctrica que consume esa lámpara se transforma en luz y el resto se pierde en forma de calor. Al parecer la luz y el calor están siempre relacionados.
Cuando se aplica energía a un cuerpo, alguna de esa energía se convertirá en radiación. Esa energía puede reunirse dentro de una fuente de luz o, como también las conocemos, lámparas. Existen diferentes tipos de lámparas que, de acuerdo con la tecnología que tengan, logran transformar la energía en luz y expulsar el calor de diferentes maneras.
La incandescencia es la producción de luz por medio de calor cuando se utiliza energía eléctrica para calentar un metal y producir radiación térmica en el rango de luz visible.
El filamento de tungsteno de una lámpara incandescente alcanza temperaturas mayores a 2500°C para poder producir luz blanca con una temperatura de color de 2700 K y necesita estar aislado de oxígeno para evitar producir combustión, por eso es necesario el bulbo de vidrio con algún gas inerte.
El tener una gran carga térmica en una lámpara implica tener cuidado con aspectos como la seguridad o el ahorro energético.
En cuanto a la seguridad, se debe tener cuidado con los materiales que usamos en las instalaciones eléctricas, así como los materiales de los equipos de iluminación. Evitar el contacto directo con la fuente luminosa durante su funcionamiento es muy importante, más cuando se cuenta con luminarios serán utilizados directamente por las personas.
Sobre el ahorro energético y la eficiencia luminosa de una lámpara, la mayor parte de la energía eléctrica en una lámpara incandescente se transforma en calor, por lo que decimos que es una lámpara poco eficiente, pues emite poca luz con muchos watts.
Por otro lado, la tecnología LED es mucho más eficiente al transformar electricidad en luz, en comparación con la mayoría de las demás fuentes luminosas usadas actualmente.
Hay personas que piensan que el LED es una fuente luminosa fría y que no tiene emisión de calor, cuando en realidad sí existe una carga térmica producida por los componentes electrónicos involucrados en el proceso, aunque generalmente no implica un riesgo para el usuario.
La cantidad de calor que produce una lámpara LED A19 —el mismo formato de una lámpara incandescente común— es muy variable porque depende de dos cosas: la potencia, es decir la cantidad de watts que consume, y su difusor térmico, que es el medio por el cual se expulsa el calor.
Esta es una diferencia importante cuando se elige una lámpara LED, ya que los componentes electrónicos pueden llegar a fallar si la carga térmica no es despedida de forma eficiente. Demasiado calor lleva a reducir su vida útil y a hacer menos eficiente el flujo luminoso.